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A veces, los pasajeros más pesados no son ni siquiera los mismos dueños de la aeronave, a veces, son algunas personas que piensan tener el control del mundo por aquel viaje en que van como pasajeros y se olvidan que los pilotos son la máxima autoridad a bordo y que están entrenados para ser el factor de seguridad número uno. Eso pasó en una ocasión, pero el Capitán Raúl Romero (QDEP), se encargó de recordarle a ese desafortunado pasajero quién era quién en el avión. Quienes tuvimos la suerte y dicha de conocer a "Raulito" sabíamos de su característico buen humor, sus atinados chistes, su impresionante pasión por la aviación, la profesionalidad con la que desempañaba el pilotaje y sus peculiares bromas. En aquella tarde, el dueño de la aeronave, quien tenía muy buena relación con Raulito, no acudió al vuelo pero si llegó un ejecutivo de su empresa quien se mostraba muy "alzado" en el trato prepotente que esparcía por el hangar. "Capitán, ¿ya tiene todo listo para mi vuelo? Ya sabrá usted que no me gusta llegar tarde. Tome, lleve mi maleta y apresúrese para irnos" fueron las palabras que pronunció el ejecutivo, según nos comentaba Raulito a los oyentes de su historia mientras nos sentábamos junto a su Cessna 182 de color negro para escuchar el inicio de la historia.
Raulito nunca se tomaba las cosas a pecho, pero tampoco fue nunca un "dejado", de hecho, eran reconocidas en la aviación de esa época sus habilidades para "meter los puños", sin embargo, Raulito sabía que una lección de vida sería mucho más recordada que una golpiza, además, era una oportunidad ideal para demostrar su habilidad de planear bromas. Raúl tomó la maleta y se apresuró a ponerla en el compartimento del flamante King Air, propiedad de su verdadero jefe. Regresó con el presumido ejecutivo y le dijo "Todo listo, mi señor, ya puse la maleta en su lugar y me aseguré que todo esté en orden, por favor, permítame su saco; entre al avión y póngase cómodo. El periódico y las bebidas están listas para usted, como debe ser. ¿El aire está bien?, perfecto, por favor, tome la almohada y disfrute el vuelo". El copiloto de Raúl no podía dar crédito a lo que veía pasar... "Capitán, ¡¿qué le picó?!, ¡¿por qué le da tantas atenciones a este patan?!, ¿no sabe usted que es solo un ejecutivo más de los miles que tiene la empresa?, ¡Además de la forma en la que nos está tratando!" le replicó. "Espérate tantito, mi 'viejazo'" - le contestó Raúl. Llegaron al destino y Raulito le siguió dando todas las atenciones al ejecutivo que seguía inflándose más y más en su ego; hasta el punto en qué tal vez empezaba a realmente sentirse el dueño del avión. Llegaron al hotel donde acostumbraban quedarse en aquel destino y vieron que estaban llenos el lobby y las zonas cercanas de gente tanto de la empresa como de otros huéspedes. El ejecutivo, quien para ese momento estaba acostumbrándose a los increíblemente buenos tratos de Raulito, empezó a presumir con los colegas que se iba encontrando en el hotel por la forma en la que lo trataba la tripulación. Cuando ya tenían sus habitaciones, Raulito se apresuró a pedirle su maleta y portafolios al ejecutivo, quien, presumiendo frente a todos, se las dio sin siquiera mirarlo, con esa actitud sobrada que le caracterizaba y alimentada durante todo el vuelo. Raul tomó la maleta, subió el primer piso y con un estruendoso grito le llamó al ejecutivo: "¡Hey, payaso!" -El ejecutivo volteó incrédulo. "Ahí tienes tus cosas, si quieres, ¡ve por ellas!" Aventó las maletas y el portafolios por las escaleras, hacia el lobby, y la ropa y artículos que llevaba salieron volando hacia todos lados. "Para que te eduques a tratar bien a la gente y te acuerdes que no eres el dueño del avión ni mucho menos de nosotros". La gente de la empresa, muchos de los cuales habían sido blanco de maltratos del mismo ejecutivo, aplaudieron y rieron la asombrosa y sorpresiva actitud de Raúl en ese momento, mientras que el apenado y humillado ejecutivo levantaba sus cosas. Queda de más decir que, cuando el ejecutivo fue corriendo a acusar a Raulito con el dueño de la empresa, le fue aún peor, pues, además de que ya le había arrancado unas carcajadas al dueño del avión la historia, habían llegado a sus oídos la clase de persona que era el ejecutivo, dadas las múltiples quejas, y siendo Raulito el gran piloto de confianza, amigo del dueño y celoso guardián de los intereses y secretos del avión; la balanza favoreció a uno solo.
1 Comentario
manuel delgado
9/7/2018 01:07:04 am
Excelente historia, saludos al Capitan Enrique Sanders de la Fuente
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