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Se acercan fechas importantes para México: el emblemático 15 de Septiembre que marca los festejos del Grito de Independencia para posteriormente pasar al tradicional Desfile Militar que lo acompaña año tras año. Pero también recordamos que entre Diciembre de 1960 y Febrero de 1961 fueron adquiridos 15 aviones que marcaron una época en la aviación militar mexicana, los famosos "Vampiros" DeHavilland DH-100 MK-III que tenían prestaciones impresionantes para la época y marcon un hito siendo el primer caza con motor turborreactor de la FAM; sin embargo, el "Vampiro" tenía un enemigo que aún no conocía, pero que cobraría gran relevancia: el Santo.
La leyenda del Santo es difusa entre los cuarteles y la gente que logró conocer a este particular aviador de esos años 60s. Un héroe sin capa que podría ponerse al nivel de cualquier superhéroe de épocas actuales de las producciones taquilleras de Hollywood, pero no por sus hazañas físicas ni por su sed de justicia... si no por lo caro de la producción de tenerlo activo. Un piloto de la Fuerza Aérea Mexicana cualquiera tuvo la dicha y honor de poder volar estos jets subsónicos cuando fue asignado al Escuadrón 200 al que dotaron con los primeros 14 Vampiros (el 15vo fue utilizado para refaccionamiento). Este piloto -cuyo nombre desconocemos pero que es irrelevante ante la magnificiencia de su bien ganado apodo- culminó sus horas de entrenamiento con la comitivia que mandaron de la FAM para poder volar tan sofisticados equipos. Sin embargo, nadie en DeHavilland ni en la misma FAM podrían haber pronosticado que uno de los factores primarios para que el Vampiro fuera reemplazado por 15 aviones Lockheed T-33 Shooting Star entregados en 1962 y que fueron completados posteriormente con 43 ejemplares más fue precisamente gracias a nuestro querido Santo, quien se encargó de incidentar y dejar en pérdida total a 2 Vampiros en tiempo récord, logrando él solito el insólito récord de dar de baja a la mitad inoperativa de los 4 equipos que marcaron la retirada prematura del mencionado jet subsónico. La mala suerte que acompañó al aviador al dar de baja 2 equipos Vampiros él solito, también fue la misma que elevó su nombre a nivel de mito cuando sus compañeros de antigüedad re-bautizaron al desdichado con el mote que lo acompañó por el resto de su carrera militar: El Santo, por las muy famosas películas de otrora del enmascarado de Plata y sus extravagantes títulos "Santo contra las Momias", "Santo contra los Zombies" y ahora "Santo contra los Vampiros de la FAM". Por: Luis E. Sanders
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Como sabemos, el mundo de la aviación general y ejecutiva está repleto de historias y anécdotas, en gran medida gracias a los temperamentos y actitudes muy poco ortodoxas de sus miembros, desde pilotos, mecánicos y hasta de los mismos dueños, esto involucra a todos los roles que están alrededor de las aeronaves y los aeropuertos.
Hace muchos años, en algún aeropuerto de México, estaba un piloto aviador esperando a que llegara el dueño de la aeronave, quien venía con su esposa y un par de amigos. Por supuesto, y para no variar la dorada regla del dueño de aeronave, venía retrasado para tomar su vuelo. Estamos hablando de una época anterior al internet, por lo que el capitán ya había leído y re-leído todas y cada una de las revistas en la sala de pilotos, había estudiado con atención cada cuadro artístico que estuviera colgado en las paredes, las instrucciones del modo de uso del enjuague bucal en el baño y había notado con gran énfasis que una parte del techo del FBO estaba pintada más recientemente que la otra. Por fin una distracción llegó, un bolero que estaba recorriendo los hangares del aeropuerto. El aviador se sentó en una de las sillas y entabló charla amena de las noticias de la época con el bolero mientras este sacaba lustro a los mocasines negros que pronto estarían a más de 25 mil pies de altura. Coincidentemente, una vez terminada la boleada, recibió el aviso de la llegada de sus pasajeros y que la inspección de pre-vuelo, así como la actualización del plan de vuelo y todos los documentos estaban listos para salir. Nuestro estimado capitán salió presuroso a la puerta del avión para recibir como siempre al dueño de la aeronave, quien ese día venía con los mencionados al inicio de este texto humores difíciles de leer -y más difícil aún de entender- con tintes negativos. Una vez adentro de la cabina, el pasajero empezó a mostrar su descontento con ademanes muy notorios como fruncir el entresejo con cara de desaprobación, al tiempo de imitar con su nariz el olfateo del mejor perro canino de detección K-9, mientras preguntaba a cada uno de sus invitados del vuelo acerca de ese tan molesto olor que impregnaba su sentido olfativo. Al acercarse al piloto, quien estaba muy metido en sus listas de chequeo, detectó el olor de la reciente boleada de su calzado y solicitó al capitán que detuviera lo que fuera que estuviera haciendo, pues debía "deshacerse primero de ese olor infernal". El piloto, contrariado, primero pensó que se trataba de una broma, hasta que notó en la seriedad de las palabras y expresiones del dueño que no se trataba de una de las múltiples bromas que antaño caracterizaban al pasajero. "Capitán, entíendalo bien, o se quita esos zapatos o pierde su empleo. Yo no pienso aguantar tan desagradable olor durante todo el vuelo, ¡haga algo, inmediatamente!", dijo el dueño de la aeronave. El Capitán, extrañado por la exageración de la reacción del dueño ante algo tan insignificante, tomó el trapo con el que usualmente limpiaba el excedente de aceite con el que checaba los niveles de sus motores, lo empapó en turbosina que encontró por casualidad cercano a su King Air 90 y procedió a empapar sus flamantes mocasines, los cuáles pasaron en cuestión de segundos de un pulcro y reluciente estado al más degradante. "Pues ahorita mismo corrijo la situación, y como profesional que soy, voy a volar el avión antes de que se formen tormentas por andar perdiendo el tiempo con sus ridiculeces, pero dese usted también por enterado que este es mi último vuelo con ustedes, ¡no tengo por qué seguir tolerando sus tonterías!" fue la respuesta que enunció el capitán ante la mirada atónita de los pasajeros y del mismo dueño, quien pasó inmediatamente de ser la figura de presunción ante sus colegas al de un niño regañado. El vuelo prosiguió en el más incómodo de los silencios entre tripulación y pasajeros, para finalmente, al aterrizar en el aeropuerto de destino, tomar cada quien su camino sin despedirse ni volver a dirigirgse la palabra. Sin lugar a dudas, esta fue una anécdota real, adaptada al mundo literario para entretenimiento del lector, que nos arroja muchas lecciones de SMS, de actitud entre tripulación-pasajeros y de la importancia que tiene una buena relación y comunicación interna entre los habitantes de las aeronaves, pues cientos de casos suceden así al día, y nunca se saben las consecuencias que pueden tener los actos. Si los pilotos tienen tantos cursos para conservar sus licencias, no caería mal -ni sobraría tampoco- un entrenamiento para los dueños de las aeronaves para sacar el mejor beneficio de sus activos, no solo de la aeronave, sino del capital humano también. Por: Luis E. Sanders Después de muchos esfuerzos económicos, laborales y de cualquier índole, "Enri" por fin tenía su flamante de licencia comercial en la mano y se dirigía orgulloso y feliz hacia el aeropuerto de la Ciudad de México a finales de los años 70s. Llegando al hangar estacionó su coche y se dirigió a la sala de pilotos para esperar indiciaciones mientras tomaba un café, comía unas galletas y leía el periódico del día. Ese día tenía vuelo un Learjet 23 de la empresa, la tripulación ya estaba designada y Enri estaba de reserva por cualquier cosa. Después de un rato, Enri volteó a ver su reloj y se percató que ya era tiempo de comenzar con la inspección de prevuelo para dejar todo listo para el XA-GAM el primer jet que le tocó volar a Enri. Dejó pues su periódico junto a las revistas en la mesa, se levantó y caminó fuera en la plataforma bajo el sol mañanero hacia su aeronave mientras iba poniéndose con una mano sus RayBan de gota, típicos de piloto recién egresado, heredados de su padre -quien también era piloto- y en la otra mano cargaba su portafolios que contenía su equipo de vuelo como mapas, bitácoras, plotter y plumas, pero también una manzana y una galleta que iban de polizontes por si le daba hambre durante el vuelo o durante todo el día de operaciones. Al llegar el Capitán Maynez al aeropuerto fue directamente a la sala de despacho a confirmar las especificaciones de la misión y fue cuando se enteró que su copiloto usual no podría atender el vuelo ese día, por lo que mandó decir con alguien de rampa a Enri que él tomaría su lugar esta vez, ¡Su primer vuelo en el GAM! Mientras el experimentado Capitán tomaba un vaso de agua dentro del FBO cómodamente sentado en una sillón y bajo el aire acondicionado, veía por un lado como llegaban los pasajeros mientras supervisaba a la distancia las acciones de Enri bajo el sol preparando los últimos detalles. Una vez finalizado el proceso, Maynez fue hacia el avión, refunfuñó algunas palabras inteligibles con su peculiar carácter mientras abordaba el avión y se sentaba del lado izquierdo mientras comenzaba con sus listas y le hacía señas a su entonces novato copiloto para que cerrara la puerta tras los pasajeros y se sentara a su lado para completar los procesos de arranque de motores y comunicaciones. Quizá entre las inexpresivas formas del capitán se asomó un "buenos días" o quizá no, pero si era claro que Maynez iba directo y sin charla previa hacia el cumplimiento de las listas. Enri, inexperto, trataba de aprender y seguir el paso de su comandante, a un paso tan acelerado cómo las mismas revoluciones de sus turborreactores. Con la autorización para el despegue dada por el controlador y confirmada por la tripulación del GAM, el Learjet comenzó la carrera de despegue ante un atónito Enri que intentaba desesperadamente comprender las indicaciones de un callado y nada expresivo comandante quien ni siquiera se presentó a si mismo ni mucho menos dió una cátedra de las funciones que debería realizar su segundo al mando. El avión tomaba velocidad y Enri sudaba más de nervios que de calor. De imprevisto y por primera vez de forma clara, Enri alcanzó a escuchar el comando del capitán : "¡Cántame!". Enri, entre su confusión y nervios solo alcanzó a contestar: "¿Perdón?...". Maynez, atónito y molesto, solo miraba rápidamente hacia el horizonte, de reojo a su copiloto y con la miradada dirigía la atención de Enri al indicador de velocidad. "¡Ah!...60, 70, V1..." contestó entonces Enri. No acaba de entender eso Enri cuando llegó el segundo comando que lo tomó nuevamente por sorpresa: "¡Agárrame la mano!", lo que para un joven de 20 y bajos, en plena época de los 70s y sin que nadie le explicara, sonaba bastante raro y más viniendo de alguien que ni un "hola" pudo masticar de entrada. Maynez volvió a mirar con ojos de pistola a Enri, con un movimiento rápido tomó su mano izquierda y la colocó sobre la suya derecha para asegurar las palancas de velocidad del avión, lo que explicó en nanoseundos la intención de seguridad que requería el comandante. Prosiguieron con las listas durante el ascenso y ya en vuelo recto y nivelado Enri compartió de sus galletas y media manzana con Maynez, lo que rompió el hielo entre los aviadores y, finalmente, generó la apertura de una comunicación entre ellos. Mientras la presurización se regulaba y el oxígeno continuaba fluyendo óptimamente a más de 40 mil pies, se fue facilitando también la relación entre aviadores y por fin pudo entender Maynez que la falta de destreza de Enri no era debido a incapacidad o mala gana, solamente era la normal inexperiencia y nervios de ser su primer vuelo laboral oficialmente anotado en bitácora. El resto de ese viaje fue mucho más ameno al llevar conversaciones dirigidas al mutuo conocimiento mientras cambiaban rumbos y altitudes conforme avanzaba el cumplimiento del plan de vuelo. Unas galletas y una manzana que ayudaron a aclarar dudas y generar una mejor fluidez de CRM en cabina en una época setentera dónde la voz del comandante "era la única ley". Si te gustó esta anécdota de la vida real, por favor, deja tus comentarios; dale like y compártelo con tus contactos. Por: Luis E. Sanders
CEO Hay muchas anécdotas que nacieron en la época romántica de la aviación de los 60s, 70s y parte de los 80s; pero un aviador que logró plasmar su nombre en las memorias de todos sus contemporáneos y que también merece que nuevas generaciones lo conozcan es sin duda el Capitán Teodoro Moreno "El Charro".
Eran las primeras épocas del Jet en la aviación mexicana y el Charrito fue un adelantado a su época. Según los mitos, fue el primer piloto de Learjet en el país y sentó precedentes que muy posiblemente nunca se volverán a ver. El Charrito hizo todo lo prohibido en aviación... antes inclusive de que fuera aún prohibido (decentemente y sin temas de mala moral ni mafiosas). Y una de esas grandes anécdotas, primera que publicamos en el Anectodario Aeronáutico de InterXtra Aviación de la gran figura del Capitán Moreno, pasó a finales de los 70s o quizá al principio de los 80s, en un vuelo con origen en Acapulco y con destino a la hoy llamada Ciudad de México, cuando aún se podía aterrizar ahí en aviación ejecutiva. Un reconocido empresario de esa época, a quien llamaremos "Don Silvio" -para no decir su nombre real- mandó su flamante Learjet a Acapulco a recoger a unos amigos de la familia para traerlos a México de regreso después de unas vacaciones. Don Silvio, su círculo más cercano y la gente de aviación de la época sabían bien quien era "El Charro" y como era su peculiar forma de ser... y de volar, pero los pasajeros de ese día no lo sabían, hasta que llegaron al aeropuerto. Se dice en el argot de la Fiesta Brava que "Para ser torero hay que parecerlo" y nadie mejor que el Charrito para ser la excepción de la regla. Quizá en la época más elegante para abordar un avión y que los pilotos aviadores fueran reconocidos por sus impecables atuendos y gallardía al portarlos, el Charrito resaltaba por vestir de jeans, playera y gorra beisbolera que desentonaba con las modas aeronáuticas. Al ser así, los pasajeros no reconocieron al Charro a su llegada, pero él si y les pidió que abordarán agilmente para salir a la brevedad, pues él ya tenía prisa por el mal tiempo que parecía que se iba a formar en México... O al menos eso le dijo a los pasajeros para no discutir, pues realmente el quería llegar a tiempo para ver su partido de fútbol y no tenía tiempo que perder. Cómo le mencioné al apreciable lector unas líneas atrás, todos en el mundo aeronáutico conocían al Charro, menos los inocentes pasajeros que aún no conocían sus travesuras, pero no tardarían mucho en llevarse una probadita cuando el Cap. Moreno y su copiloto, quienes acababan de despegar, iban en ascenso positivo, guardando flaps y tren de aterrizaje de pronto escucharon la voz de su gran amigo el Controlador Aéreo de Acapulco diciéndole la frase que tanto le gustaba al Charro: "¿Se puede, manito?" Al capitán Moreno le brillaron los ojos, volteó para atrás a ver a los nada agradables pasajeros que casi le hacen perder el primer tiempo de su partido de fútbol por no apurarse, dibujó una sonrisa chueca con el costado derecho de la comisura de los labios, aclaró su garganta y contestó con gran claridad al Controlador: "¡Cómo no!, faltaba más, manito". Hizo unos cálculos rápidos en su mente, vió por unos segundos la poca carga del combustible que traía, pues era un vuelo corto, volteó de nuevo a contar y examinar a sus pasajeros con una rápida mirada fija en cada uno de ellos y aplicó un rápido giro de 180 grados mientras guiñaba un ojo a su copiloto, quien con esa capacidad de leer la mente e interpretar el pensamiento de su compañero entendió totalmente la situación y esbozó también una sonrisa al momento de ver cómo acomodaba el cuerpo el Charro en controles y pedales mientras picaba el avión para ganar velocidad y ejecutar un paso bajo por la trayectoria de la pista. Los pasajeros, alarmados y sin previo aviso de la maniobra, comenzaron a preocuparse pensando que algo muy malo sucedía. El Charrito vio su indicador de velocidad con satisfacción, fijo la vista en el horizonte natural y exclamó a su copiloto: "¿Listo, manito?... 1...2...3... y 4.... ¡Vámonos!" Mientras ejecutaba un barril a poca altitud y gran velocidad, al más puro estilo Blue Angels, sobre el terreno mientras los espectadores en la torre de control y los hangares exclamaban de jubilo, pero también mientras los pasajeros gritaban pero de terror y confusión. Durante el vuelo y al aterrizar, los enfurecidos y espantados pasajeros amenazaban al aviador diciéndole cosas como "En cuánto Don Silvio se entere de lo que hizo se va a arrepentir, capitán, ¡Ya verá como queda de patitas en la calle!" Ante lo cual el Capitan Moreno solo sonreía y tomaba a la ligera las amenazas sin esbozar ninguna preocupación. No acababan de llegar a Ciudad de México los enfurecidos pasajeros cuando ya le contaban todo lo ocurrido a Don Silvio, el dueño del avión, quien lejos de enojarse o sorprenderse les decía "¡¿De verdad hizo eso el Charrito?!, ¡Ah qué muchacho ese!, ¿Y cómo lo sintieron?, ¿Verdad que no hay nada como eso para sentirse vivo?" "Pero... Don Silvio, ¡Casi nos matamos!, ¡Y en tu avión nuevo que costó muchos millones!, ¡¿No te das cuenta?!, ¡Despide a ese irresponsable!", le replicaban atónitos los amigos de Don Silvio, pero él solo reía y restaba importancia. Al final, la conexión y el respeto mutuo entre el Charro y Don Silvio eran irrompibles, una relación forjada con la ardua experiencia en los negocios de Don Silvio y de una nada ortodoxa pero muy eficiente carrera de miles de horas de vuelo que forjaron la leyenda del Capitán Jesús Moreno, "El Charro". Anecdotario Aeronáutico Por: Luis E. Sanders [email protected] twitter.com/luisesanders Después de varias horas de vuelo, la tripulación del Cessna 340 XC-CIY por fin llegó a Zacatecas procedente de Ciudad de México en la última pierna de ese vuelo realizado una noche del año 80, quizá 81, cuando aún se podían ejecutar operaciones de aviación general y ejecutiva en MMMX. El Capitán Manuel DM, licencia 1162 TPI y su copiloto, Enri, llegaron al hotel, se registraron y cada quien fue a su respectivo cuarto. El capitán, que era una persona de temple serio pero afable con las personas que estimaba, de temperamento y de fuerte carácter, se encontraba preparando sus cosas para el día siguiente mientras cenaba los alimentos que había pedido que le enviaran a la habitación. Enri, por su lado, estaba en la cama de su cuarto acostado mirando la televisión mientras se relajaba tomando una Coca Cola de vidrio, de las chiquitas con letras blancas que tanto le gustaban en esa época, hasta que fue interrumpido por una llamada de teléfono. Enri se levantó y atendió el aparato y enseguida reconoció la voz de su capitán con su común tono seco y directo... Aunque está vez sonaba un poco tímido y nervioso. "¡¿Cómo dice, Capitán?!, Me está tomando el pelo, ¿Verdad?... Ah caray, no, no sé preocupe, ahorita mismo bajo" Enri no podía dar crédito a lo que había dicho su Capitán, pero de todas maneras dejó su Coca Cola en el escritorio, se puso sus zapatos y bajó las escaleras del hotel, salió al lobby y vió el cuarto de su Capitán, hizo cálculos y dibujó una línea recta desde el cuarto del Capitán Manuel hasta el piso de planta baja, caminó hasta ese cuarto y tocó a la puerta, nadie respondía, pero volvió a tocar. Eran las 11:30 de la noche y atendió la puerta un malhumorado huésped. ”¡¿Qué quiere?!, ¡Que horas para tocar!" Le dijo el desvelado y recién despertado por la fuerza huésped a Enri. "Disculpe la interrupción, se que es tarde y no le daría molestias si no fuera algo... 'peculiar'... Si no fuera mucha molestia, me podría pasar por favor los calzoncitos de mi capitán?" El huésped, incrédulo y quizá pensando que seguía soñando tuvo que constatar que había oído bien. "¡¿Qué dice?!, ¿Los qué?". Enri sabía que no era una petición tradicional, por lo que con toda la calma le respondió "Si, los calzoncitos de mi capitán, creo que son blancos, según me dijo. Mire, el está hospedado 3 cuartos arriba del suyo y es la única muda de ropa que tenemos, pues venimos de vuelo y no teníamos pensado pernoctar aquí en Zacatecas. Mi capitán estaba lavando sus calzoncitos en la regadera y, cómo tenemos vuelo mañana, pues decidió ponerlos a orear en el balcón, pero con este viento se le volaron y cayeron por ahí, ¿Sería usted tan amable?" El huésped del cuarto de la planta baja tuvo un repentino cambio de humor al interesarse para saber si la historia era verdad, cerró la puerta y la volvió a abrir a los 2 minutos sosteniendo con su zapato la prenda íntima del Capitán Manuel, soltando una carcajada al entregárselas a Enri y desearle buena noche y buen vuelo. "Aquí tiene mi capitán, lo veo mañana para el desayuno y de ahí nos seguimos para hacer el prevuelo en cuanto hagamos el check out". Le dijo Enri al entregarle la prenda a su capitán, quien solo asintió con la cabeza en forma de confirmación y soltando con lo mismo quizá su más expresivo agradecimiento, que a ojos de cualquiera que no lo conociera distaria de ello, con una cara roja como tomate de la pena, pero una calma que le haría relajarse. A partir de esa noche el Capitán Manuel empacaria siempre un par de calzoncillos en su maletín de vuelo, "just in case", Enri habría ganado un mentor, el Capitán Manuel un aprendiz y ambos habrían comenzado una amistad entrañable. Pasaporte: InocenciaDurante mi vuelo de CDMX a IAH (Houston), tuve un encuentro de esos que tocan el corazón y que merecen ser recordados en estas líneas.
Venía sentado en el asiento de la ventanilla del avión trabajando en algunos pendientes y metido en mis cosas antes de empezar el rodaje. Junto a mí se sentó Candelaria, una señora mexicana, originaria de Michoacán, que no sabe leer ni escribir y mucho menos domina el idioma inglés. Ayudé a la Señora Candelaria a subir su maleta a los compartimentos superiores mientras ella me preguntaba cuál era el significado de las letras en los asientos. Sospeché en ese momento que no era precisamente una experta en temas aeronáuticos y me lo confirmó cuando me confesó que era su segunda vez en un avión. Una vez aclarado cuál era su asiento, nos sentamos y cada quien regresó a sus propios pensamientos, mientras que el ataque de sueño por las desveladas acumuladas, que tenía hasta el momento, me cobraron factura y me quedé dormido a los pocos minutos del despegue. Volví en mí justo a tiempo para recibir una bebida y unos pretzels salados, cortesía de United. Cuando la señora Candelaria notó que desperté, no tardó mucho en preguntarme que era esa hoja azul que estaban entregando los asistentes de vuelo, le respondí que era la forma migratoria que debíamos entregar a las autoridades para ingresar a Estados Unidos. Cuando tuvimos nuestros formularios, Candelaria, con más arrojo que miedo, me preguntó dulcemente si podría hacerle favor de llenar el suyo. Con gusto le ayudé y le expliqué que significaba cada cosa, pues en dado caso que le preguntaran algo los Oficiales de Customs, quería asegurarme de que entendiera lo que estaba firmando y la información que le pedirían. Muy contenta, me decía Candelaria que la vez anterior que había tomado un avión, una persona muy amable también le había ayudado y le agradecía a Dios que le pusiera gente en su camino para auxiliarle. No dudé un segundo que así fuera, pues Candelaria emitía mucha calidez y amabilidad. Yo tenía prisa por tomar mi vuelo a mi destino final, pues Houston era para mí sólo el transbordo y para Candelaria su destino y hogar por 15 días, iba de visita a la casa de su hermana. Una vez que aterrizamos, le ayudé a Candelaria a bajar su maleta y nos despedimos por poco tiempo, pues recordé que el aeropuerto Intercontinental George Bush de Houston puede ser intimidante... más si no sabes hablar inglés, leer ni escribir y es tu primera vez ahí; por lo tanto, y aún con mi prisa, decidí caminar junto a Candelaria para que, sin decírselo, supiera por donde tenía que ir. Fue en ese momento, llegando a la fila de migración, que noté como "Cande" (si han puesto atención durante la lectura, pasó de ser la Señora Candelaria a Cande en poco tiempo) tenía algo especial, que estoy casi seguro, que ella ni siquiera supo. Independientemente de la afiliación religiosa que el lector pueda o no tener, en mi caso sentí que Cande tenía un angelote cuidándola; o bien, que Dios enternecido le fue facilitando el camino y con ella, a mí. Ya iba tarde para mi vuelo y aún tenía que pasar la fila interminable de migración para después volver a pasar los filtros de seguridad y tomar mi conexión, en ese momento cuestioné un poco la decisión de no acelerar mi pasó y haber dejado a Cande atrás a su suerte. “Al final de cuentas… es un aeropuerto internacional y debe haber muchos casos así y hay gente especialmente designada para ayudarles", es lo que empezaba a pensar, arrepintiéndome ante la creciente posibilidad de perder mi vuelo. Estando en la fila, por alguna razón, nos seleccionaron a siete personas incluyéndonos a Cande y a mí para pasar a una fila más rápida del otro lado de la sala. Nos formaron ante un agente con cara de muy pocos amigos y que tardaba mucho en atender a la única persona que vi que atendió; la cual, tampoco hablaba inglés y según se veía, no le hacía ninguna gracia al agente quien sólo le gritaba y manoteaba. Veía como avanzaba el tiempo y ahora más me preocupaba el caso de Cande ante ese agente poco cortés. Cuando iba a ser el turno de Cande, se abrió una nueva ventanilla con otro agente, totalmente lo opuesto, un tipo que de lejos se veía muy amable y quien ayudó con su español masticado a Cande con su proceso. "Bueno, por lo menos Cande ya pasó y a mí me tocará muy probablemente con el pesado, pero seguramente me podré entender mejor que si le hubiera tocado a Cande”, pensaba. Pues no, además de Cande, pasaron tres personas más con el agradable agente y, cuando era mi turno, afortunadamente me llamaron ambos al mismo tiempo y sin dudarlo elegí con el tipo agradable. Una vez que logramos pasar la zona de migración, me encontré con Cande por última vez para mostrarle la salida del aeropuerto. Sin lugar a dudas me queda el reencuentro del poder de la inocencia cuando es bien intencionado y encausado. Creo que Cande puede servirnos como un bonito recordatorio de que la aviación, es también un puente de comunicación; inclusive entre Cande y su humana humildad, con la potencia internacional de los Estados Unidos y su actual presidente Trump, quien presume una esencia totalmente opuesta. Por: Luis E. Sanders @luisesanders Mexicana Flight 575 was scheduled to depart Mexico City for a flight to Oaxaca at 07:00. At the plane’s doorstep a small but heavy travel bag was given to flight attendant Irma Carranza. The man, who was not a passenger of flight 575, said the bag was going to be picked up by a passenger later on. He insisted that the bag be left in the aft galley near the door.
After all 17 passengers had boarded the plane, departure was delayed because a flight attendant who was assigned to flight 577 wanted to change shift with Irma Carranza. While waiting for her colleague to arrive, Irma cleared the aft galley and moved the bag to the front baggage compartment, between the passenger cabin and the flight deck. After a delay of approximately 40 minutes, the DC-3 took off for Oaxaca. About 45 minutes into the flight with the first officer on the controls and the captain working on the logbook, a bomb exploded causing a big hole on the left side of the fuselage just aft of the cockpit. Shrapnel struck the left engine and windshields were shattered. In the cabin, two passengers suffered broken legs because the baggage compartment wall had collapsed and three other passengers were injured by shrapnel. With no instruments, very limited visibility, still baffled by the explosion the crew circled looking for a break in the cloud cover. After half an hour, the captain descended through the clouds and found the Santa Lucía Air Force Base where a safely landing was carried out. It appeared that the bag that had been given to the flight attendant, contained a time-bomb. Two men had planned to collect eight life insurance policies bought for the same number of passengers who where previously hired to work in a fictitious hotel in the city of Oaxaca. After the investigation, two suspects where arrested and convicted to 40 years in prison. |
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